lunes, 5 de agosto de 2013

Lo primero es escribir bien:

Y no me refiero sólo al hecho de tener cualidades literarias. Soy de las que piensa que nadie nos puede enseñar a escribir. Sólo nosotros mismos a través de la práctica y, sobre todo, de la lectura voraz, llegaremos a pulir nuestro estilo.

Leer, leer y leer más. Esa es la primera de las claves. La lectura de un buen libro siempre es una fuente de inspiración y de aprendizaje.

Pero de esto trataremos en el siguiente capítulo, de cómo extraerle el jugo a los textos que lleguen hasta nosotros.

Ahora, mi objetivo es mentalizar al escritor en ciernes de la suma importancia que tiene escribir correctamente, con una gramática pulida y una ortografía impecable.

Con el auge de las redes sociales, cada día leemos más de una pantalla, y cosas que no tienen nada que ver con el buen estilo literario. Mensajes cortos, sms, micro historias en 140 caracteres. Miles de frases en las que no se tiene en cuenta la ortografía, se escribe de cualquier manera y el resultado es penoso.

Tampoco os fiéis, JAMÁS, del corrector automático del programa de textos que utilicéis. Están llenos de lagunas y de errores. No sólo porque no son completos (aunque van mejorando versión a versión) si no porque hay palabras que pueden estar bien escritas pero no ser exactamente las que queremos decir, como es el caso de los ejemplos que cito a continuación. El corrector puede ser una buena herramienta para los deslices de escritura. Esas veces que se nos van los dedos a la tecla inadecuada y escribimos “Madird” en vez Madrid, pero no nos exime de revisar el texto palabra por palabra para detectar el resto de nuestros fallos.

En mi recorrido por las cientos de bitácoras que sigo y de las que extraigo mucha información, me encuentro de todo. No sólo en los comentarios de la gente a esos artículos, si no también, y lo que es peor, en el post mismo. Yo entiendo que un desliz lo tiene cualquiera, pero cosas como confundir “A ver” con “Haber” o las clásicas “Ay”, “Ahí” o “Hay”, no tiene perdón.

El uso abusivo de los traductores automáticos suele ser un auténtico desastre para nuestra lengua, y de tanto leer cosas mal escritas el ojo se acostumbra y ya no le saltan a la vista (valga la redundancia) las faltas de ortografía como sucedía antes. Gran parte de lo que leemos en internet está traducido de esta manera.
Fundamentalmente artículos especializados que no pasan por las manos de un profesional para adaptar lo que dicta el traductor de Google a una correcta forma de expresión en otro idioma. Y no dudo que lo mismo ocurra a la inversa.  Para ello hay que contrarrestar este bombardeo de errores ortográficos con más “alimento” pero del bueno. Volver a acostumbrar al ojo a ver, más allá de mirar. Y la mejor forma de alimentarnos es leyendo, pero no de fuentes inapropiadas. Libros, ahí está la clave.

Además de esto, ahora mismo tenemos acceso a multitud de herramientas para, en caso de duda, no meter la pata.

http://www.rae.es/rae.html
Imprescindible donde los haya, el diccionario de la Real Academia de la Lengua

http://www.rae.es/rae/gestores/gespub000016.nsf/(voAnexos)/arch81783F098CA4E696C12572C60031796A/$FILE/ngramatica.ht

También de la RAE, los dosieres de gramática, para resolver cualquier duda.

No hay nada más desastroso que presentar un manuscrito lleno de faltas. Los correctores no están para estos menesteres, y si tu texto no está previamente pulido, lo más seguro es que, con la carga de trabajo que tienen, quede aparcado en cualquier rincón sin posibilidad de rescate. Si tu novela, ensayo, poesía está llena de “licencias ortográficas mal entendidas” hará daño a la vista y te descalificará, sin duda, como escritor.


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